lunes, 25 de enero de 2016

La teoría del caos entre planetas

Por volverse locos, hasta la meteorología había notado nuestro aleteo. Nuestro propia teoría del caos de los planetas. 18ºC y sólo un fino jersey. Más que diciembre aquello parecía el festival de distorsionar las estaciones. Pero bueno, a nosotros siempre nos sobra la ropa. 

Teníamos la playa para nosotros solos, el mundo, pero preferimos conformarnos con un par de pancakes, tú Colacao y yo café, en la mítica cafetería del pueblo recién reformada de aires vintage. Lo siento, soy una sofisticada sin remedio. 16 de diciembre y tú mirándome como sólo se mira un cuadro de Van Gogh.

Pero hay una parte de la historia que nunca te he contado; ya sabes, tengo que aprender a canalizar mis sentimientos y emociones. Y es que yo ya había estado allí, en ese mismo lugar, solo que dos meses menos un día antes. Y aunque estabas ausente, fuiste el motivo por el que mis mejillas se tiñeran de rosa. Mis malditas mejillas siempre delatándome. 

Invadiste mis sueños y pesadillas, aplastaste mis ánimos y saturaste mi mente, y nunca te lo perdonaré. Necesitaba terapia, pero no cualquier terapia, sino terapia de chicas, así que allí vino ella al rescate para salvarme de la mierda en la que me habías hundido. 

Nos sentamos en la esquina más alejada, porque ya sabes, tenemos predilección por las esquinas; yo me quedé con el banco acolchado de la pared y ella se conformó con la silla. A veces debería plantearme lo de ser mejor persona. Y pedimos un par de pancakes cada una, ella un batido de chocolate y yo otro café, porque ser sofisticada es muy duro. Nos reímos por las mayores tonterías que hayan pisado este mundo e intenté posponer el momento hasta que ya no pude más. Ella me miró con ojos de "confiesa maldita" y mi escudo de fortaleza se vino abajo. A veces creo que debería mejorar mi sistema de defensa propia. 

Y a la muy canalla se le iluminaron los ojos de entusiasmo cuando se lo solté todo. Era la primera vez que aquellas palabras salían por mi boca; la primera vez que fui consciente de los huracanes que provocas en mi estómago. Pero mi tortura no fue suficiente. Me sentí culpable por aceptar que mis sentimientos eran reales; me sentí mal por aceptar que yo también soy humana. 

Y en alguno de esos momentos, te hiciste real. Después de vomitar aquellas palabras, tenías sonido y forma. Y qué sonido y forma tenías. Maldita sea. Y sí, admito que, en contra de mi voluntad, comencé a imaginarme este momento; pero mierda, me echaba a temblar cada vez que pensaba en ti y en la maldita explosión que produces en mi interior. 

Aquella tarde en la que tú y yo compartimos pancakes había salido a hacer fotos del atardecer en la playa. Se suponía que debía estar en otro sitio intentando ser una persona de provecho, pero allí me encontraba, tirada en la arena, cámara en mano, mientras los últimos rayos de luz terminaban de disiparse. Digamos que terminé con un buen arsenal de material fotográfico; sin embargo, la que más me gusta de todas, mi favorita, es la que más tarde te hice con la cámara de mierda de mi móvil mientras, en la barra de la cafetería, pagabas por mí. 

Así que supongo que es verdad eso de que el mundo está conectado. Casualmente, 77 días antes de este encuentro, estaba en aquel mismo lugar, tomando lo mismo, y tú en mi cabeza con forma de tormenta tropical. Sin embargo, esta vez era tú el que estaba enfrente mía, y te diré que nuestros cuerpos gritaban al compás de los seísmos de nuestros latidos. Supongo que me gusta identificarte con desastres naturales; será que es así como me haces sentir.






Compañero. 

2 comentarios:

  1. ¡Hola!
    Guau, mucha razón y sentimiento en tus palabras. Me ha gustado mucho, se palpa la sensibilidad en las palabras.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ay muchas gracias, no sabes lo feliz que me haces diciéndome eso.

      ¡Besos!

      Eliminar