QOUTES

En la vida hay dos clases de personas: las que al comprar un libro lo guardan bajo llave en una vitrina impenetrable; y las que saborean el roce de sus páginas con el lápiz y los papelitos de colores. Yo, personalmente, hace bastante que me pasé al segundo grupo. 

Sí, yo subrayo, pinto, y desgasto el olor de los libros hasta que ya no queda más. ¿Y ahora qué, me vais a sentenciar a muerte? Si el autor no quisiera que cojamos de su historia un trocito para nosotros,¿de qué serviría haberla publicado? Los libros están para hacerlos nuestros; para hacer de ellos nuestra historia y vivirla como si esa fuera la realidad y ésta, tan solo un murmullo de fondo. 

Comencé a hacer los libros míos porque me di cuenta de que, una vez que la última página concluía, todo lo anterior quedaba borroso. Recordaba que había leído momentos graciosos, pero no dónde, y aquello me sacaba de quicio, porque por más que intentara buscarlos, ya estaban perdidos. Así que empecé por colocar post-its de colores cautelosamente, pero llegué a la conclusión de que, si continuaba pegando post-its, no quedaría un solo hueco blanco en todo el lomo del libro, por lo que terminé por coger lo primero que tuviese cerca y que escribiera y marqué todos aquellos momentos que no quería olvidar. 

Antes, cuando era una de aquellas personas del primer grupo, cuando acababa el libro, buscaba por internet las frases que marcaba en mi cabeza, pero resultó que pocas veces daba con las que yo quería. Ahora voy a recopilar todas aquí, las que apunto y las que tenía que haber apuntado. Consideradlo como algo especial, ya que os estoy cediendo un poco de las historias que me fueron cedidas a mí. El autor comienza la cadena, y poco a poco, todos nos quedamos con algo. Ahora yo os comparto mi algo.

Advertencia: Las citas pueden contener, y lo más probablemente es que contengan, spoilers. 









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